Por Alicia Kirchner. Publicado en diario Tiempo Argentino, 19/6/2011.
No deja de sorprenderme la liviandad con que algunos hablan de políticas sociales y cómo pretenden constituirse en expertos, olvidando que, cuando tuvieron la oportunidad de conducirlas, sólo fueron gerentes supuestamente calificados, por ciertos organismos que condicionaban al gobierno de turno. Implementaron recetas que sólo trajeron hambre y exclusión y, hoy critican la intervención estatal para la restitución de derechos de millones de personas.
El debate contrasta en dos diferentes paradigmas: mientras el modelo neoliberal aplica políticas sociales compensatorias para atenuar el impacto de una economía de ajuste y para pocos, el paradigma nacional y popular –en marcha desde el año 2003– hace más grande a la Nación, ampliando el acceso a derechos, en especial al trabajo digno, apuntando a fortalecer a las personas, a las familias y a la comunidad. Esta generación de trabajo se hace, en el marco de una economía solidaria, cooperativa y distributiva y, la protección y promoción de las familias es encarada a través de redes territoriales con un fuerte apoyo del Estado Nacional articulando con los espacios locales. Para tener información fehaciente sobre el alcance e impacto de estas políticas sociales, el gobierno nacional ha optimizado sistemas como el SINTyS (Sistema de Identificación Nacional Tributario y Social), el SIEMPRO (Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales) y el Registro de Protección Integral de Niñez y Adolescencia. Todo ello aplicado con las medidas de respeto de la Ley de Protección de Datos Personales.
Los intentos de deslegitimación de la política social provienen de quienes promovían el Estado mínimo. Así expresan que no hay evidencias que prueben el mejoramiento sustancial de la calidad de vida en estos ocho años, ni organismos supranacionales que avalen tal mejoramiento. Es evidente que se trata de una falacia, una más de las tantas que suman en el ejercicio permanente de oponerse por oponerse si con ello se negativiza nuestra gestión. Invisibilizan los avances en calidad de vida y analizan la realidad anestesiados en su propia soberbia desde la “liviandad del no ser” y no hacerse cargo de sus propias contradicciones. Así ignoran evidencias tales como el Coeficiente de Gini que establece el grado de desigualdad y que en nuestro país era del 0,475 en mayo 2003, y que empezó a bajar, gracias al proyecto nacional en marcha, llegando en el último trimestre de 2010 al 0,390 y en el primer trimestre de 2011 al 0,379. Otras evidencias son la baja sostenida de la desocupación, el mejoramiento de la calidad de vida a través de medidas de impacto a nivel productivo e industrial entre otras, la Asignación Universal por Hijo, las medidas de seguridad social que permiten que el sistema contributivo y no contributivo alcance a 6,6 millones de personas, la creación de 5 millones de nuevos puestos de trabajo, el salario mínimo vital y móvil más alto de la región. Estas acciones han cambiado la historia de nuestro país y son reconocidas por organismos del prestigio mundial como la CEPAL, o más recientemente la ONU a través de su secretario general Ban Ki-moon, quien por estos días sostuvo que considera a la Argentina como un ejemplo en reducción de la pobreza.
No soy un “consultor Senior” y lo digo con todo respeto a los que si lo son, en realidad mi crítica es para los que se asumen sin serlo. Integro el gobierno que desde la recuperación de la democracia, más logros puede exhibir en su gestión en especial en políticas sociales a favor del conjunto de la población. Nuestro país es reconocido internacionalmente como parte integrante del G-20 que representa al grupo de países industrializados y emergentes y tiene la presidencia del G-77 más China, que es el bloque más grande de votos de la ONU.
Además, y ya en el tema de políticas sociales hemos logrado ocupar primero la vicepresidencia por Latinoamérica y el Caribe del Comité Intergubernamental de Programa Most de la Unesco, que estudia la gestión de las transformaciones sociales, en el mundo. Luego fui elegida, por unanimidad de los continentes, presidenta, cargo que actualmente ocupo. La Argentina logra así una visibilidad en reconocimientos que no había tenido hasta el momento. Haber conseguido estos espacios internacionales para nuestro país nos llena de orgullo. Hago alusión a lo mismo, sin soberbia porque es nuestra obligación conquistarlos, pero es bueno recordarlos dado la carga negativa de argentinidad que tienen muchos.
Lo expuesto muestra el impacto de las políticas de inclusión llevadas adelante en estos ocho años, primero por el doctor Néstor Kirchner y en la actualidad por nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los problemas aún pendientes sólo tendrán solución profundizando los caminos emprendidos en 2003 y no retrocediendo a esquemas o modelos que desde un Estado enfermo, dieron como resultado la desigualdad y el padecimiento popular, y que tuvo su máxima expresión en la crisis 2001-2002. Por esta razón es que seguimos apostando a un Estado protagonista y fuerte, herramienta indispensable para seguir fortaleciendo a las familias y a la organización social y comunitaria.
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