lunes, 2 de mayo de 2011

A seguir construyendo, con trabajo. Por Alicia Kirchner

La más importante enseñanza que Néstor nos ha dejado es la seguridad de que el modelado de la realidad se encuentra siempre en nuestras manos, en nuestras convicciones, en el proyecto nacional y popular.
Hablar de Néstor Kirchner implica referirse a uno de los proyectos emancipadores más importantes de la historia, a la transformación de aquellos aspectos de la realidad que parecían erguirse como obstáculos insalvables para el desarrollo pleno de nuestro país.
Dentro de ese cúmulo de cambios, uno de los más estructurales es la reconstrucción del mundo del trabajo y su cultura. Es así como a partir de este gran giro, logramos no sólo el crecimiento de nuestra economía, sino que esta evolución se produjera de manera de poder volver a incluir en el consumo a sectores que se encontraban condenados a una exclusión temporalmente indefinida.
Durante el transcurso de la década de 1990, se procedió a una apertura comercial sin restricciones, quitándose las barreras aduaneras, abdicando el Estado de cualquier pretensión proteccionista respecto de la producción nacional. Como era previsible, la imposibilidad de competir con el precio de los bienes importados desde el exterior, debido en gran parte a la revalorización artificial de la moneda argentina, saturó el mercado interno de productos extranjeros. Se produjo así la inmediata disminución de la actividad industrial, concluyendo, en el mediano plazo, en el cierre de numerosos establecimientos fabriles, generando un progresivo aumento de las tasas de desempleo y subempleo.
Por otra parte, la política de achicamiento del Estado, coherente con la concepción del mismo como simple policía del mercado, produjo numerosos despidos, muchos de ellos directos y otros tantos instrumentados a través de los llamados “retiros voluntarios”.
A su vez, con la excusa de mejorar la competitividad disminuyendo el “costo laboral”, se recurrió a la reducción de los aportes patronales, esto, sumado al exponencial crecimiento del desempleo, produjo el desfinanciamiento del sistema de seguridad social, pulverizando las obras sociales y los fondos destinados al sostenimiento del sector pasivo.
La firme tendencia de ese Estado de los ’90 a inclinarse a favor del empresariado trasnacional ante cualquier conflicto, incentivó a este a avanzar sin restricciones sobre los derechos de los trabajadores, obligándolos a adoptar una actitud defensiva. La existencia de un desempleo creciente operó en la acción como principal “ordenador”, creando las condiciones para la implementación de una política laboral que atropelló los derechos de los asalariados.
El éxito del modelo económico que hemos implementado en nuestro país a partir del ciclo iniciado en el año 2003, logró una drástica reducción de la tasa de desempleo (7,3% en el último trimestre del año 2010). La participación de los trabajadores en el PBI alcanzó el 48% y creció 14 puntos. La competitividad en el exterior de los productos nacionales, sumada a políticas activas destinadas a la ampliación del mercado interno, nos permitió generar un rápido aumento de la cantidad de puestos de trabajo, para satisfacer la creciente demanda, 5 millones a la fecha.
La piedra angular ha sido la reactivación económica. Esto se evidencia en las medidas adoptadas por nuestro gobierno frente a la crisis internacional de los años 2008/2009. Lejos de recurrir a las recetas liberales ortodoxas que priorizaban el ajuste, reforzamos el estímulo a las inversiones, la producción y el consumo a fin de preservar el empleo. Devolvimos además a los trabajadores su lugar como protagonistas en la puja por la distribución del ingreso. De los 200 acuerdos colectivos de la década de 1990, alcanzamos en 2009 una cifra superior a 1300.
En relación con la evolución de las remuneraciones, cabe también destacar la recuperación del Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil, que volvió a funcionar luego de casi diez años de olvido por parte del Estado. En este período hemos logrado el salario medio real más alto de los últimos veinte años, no sólo en la Argentina sino en Latinoamérica.
Se produjo también la más importante reducción de la informalidad de toda la historia de nuestro país, descendiendo a un 25% las relaciones laborales no registradas.
El impacto de estas transformaciones se observa en lo cotidiano y da la pauta de que nos encontramos en el camino correcto. La más importante enseñanza que Néstor nos ha dejado es la seguridad de que el modelado de la realidad se encuentra siempre en nuestras manos, en nuestras convicciones, en el proyecto nacional y popular. Por lo cual en el día del trabajo, seguramente nos hubiera dicho: “A seguir transformando…, a seguir construyendo la Argentina industrial, a seguir terminando con la indigencia, la pobreza, la desocupación, a seguir construyendo con trabajo un país para todos.”

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